El “culpable” de esta duda es Dan Empfield, quien a finales de los 80 y principios de los 90 desarrolló el concepto de la geometría especifica de triatlón para las bicicletas de carretera.
Esta se basaba en modificar el angulo del tubo de sillín pasandolo de 73º a 78º y reduciendo el tamaño de las ruedas de 28 a 26 pulgadas (700c a 650c). El objetivo de abrir el angulo del tubo de sillín era rotar todo el tronco superior del triatleta para conseguir una posición mucho más cómoda y aerodinámica a la vez cuando estás apoyado en el acople de triatlón. Simultáneamente se conseguía mayor capacidad muscular de cuádriceps para pedalear (en perjuicio del “pedaleo redondo”) y que a la vez “conservaba” más frescos los isquiotibiales para correr.
Originalmente, los primeros estudios aerodinámicos mostraron algunas ventajas de utilizar ruedas más pequeñas de lo habituales, a la vez que se conseguían ruedas más rígidas y con mayores cualidades de aceleración. Las ruedas de 26” eran también óptimas para ciclistas más pequeños, ya que conseguían una mejor proporcion ciclista/cuadro/ruedas pero para los de talla mediana/grande convertían quizás a las bicicletas en máquinas un poco más inestables. Otra desventaja es que las ruedas de 26” tenían menos inercia que sus hermanas mayores, y tras unos años en los que (según el IM Kona Bike count) en los que fueron utilizadas por el 50% de los triatletas en el IM de Hawai (mediados de los 90) . Pasado este periodo, y probablemente por circunstancias de mercado, han ido cayendo en desuso.
Pero algo que si ha revolucionado el mercado de las bicicletas para triatlón ha sido el acople y muy relacionado con él, el angulo del tubo de sillin de 78º (+/-) , que junto con las formas perfiladas o “aero” de los cuadros, es lo que marca que una bicicleta sea o no de triatlón (entendiendo esto como especifica de larga distancia, ya que para distancia corta es preferible una bicicleta de carretera tradicional).
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