Durante millones de años la realización de ejercicio físico entre los humanos ha sido por dos razones principales:
– Cazar, pescar, recolectar comida.
– Luchar, huir, evitar peligros varios.
O sea, nada de ejercitarse por una pura cuestión de salud o estética.
En nuestro cerebro la realización de ejercicio físico, al igual que en el cerebro de nuestros ancestros, está gobernado por la motivación. Aunque nosotros cómo “Homo Sapiens evolucionados” utilicemos la parte más racional de nosotros mismos para motivarnos (salud, estética), nuestro cerebro sigue respondiendo mejor a los estímulos más primitivos de todos: luchar, huir, cazar. Todos hemos experimentado nuestra repentina falta de energía después de una buena comilona, o a media tarde mientras estamos de compras… y al revés, también todos hemos experimentado esa energía extra que nos da el hecho de superar nuestra marca en competición, o ese pensamiento que nos aumenta la energía brutalmente.
Ésta motivación, hormonalmente se representa en forma de una hormona llamada DOPAMINA. Éste neurotransmisor permite al cuerpo empezar a generar energía para que nuestros músculos y nuestro cerebro puedan afrontar la situación a la que nos vamos a afrontar. Es la llave que abre la puerta para poder realizar ejercicio físico. Salir a correr con el estómago lleno…mucha dopamina no produce, ya que tiene el objetivo cumplido antes de empezar. Podremos salir a correr o a entrenar después de comer (sólo hay que querer), pero el cuerpo no es lo que nos pide en ese momento desde un punto de vista evolutivo. Saldremos a correr para preparar una carrera, para estar en forma, o porqué tenemos una hora antes de ir a recoger al niño, pero en este caso, no porqué mi cuerpo (como animal que somos), lo pida o lo necesite como algo inherente a su especie.
Toda búsqueda (ejercicio) debería ser recompensada con un premio: encontrar lo que buscas. Éste premio neurológicamente nos viene dado en forma de endorfinas. Éstas hormonas felicitan al cuerpo por el trabajo bien hecho, nos otorgan bienestar y nos permiten que el cuerpo APRENDA ciertas conductas. Todos hemos aprendido que comer chocolate nos produce un gran bienestar, aunque a veces sea por muy poco tiempo. Entonces, si el ejercicio físico es una búsqueda de comida, que mayor recompensa que darle de comer? ¿Estamos realmente adaptados a, primero movernos y luego comer?
Os propongo un ritmo fiesta-ayuno interesante para nuestra neurología: Hacer ejercicio con el estómago vacío y luego comer, para poder descansar y que nuestra fisiología tenga la coherencia que se merece.
¿Sería interesante conseguir que el cuerpo entienda que tiene que producir energía si quiere comer? ¿Podríamos conseguir una mayor eficiencia energética con mayores niveles de dopamina antes y durante el ejercicio? ¿esto, a la larga, nos podría llevar a un aumento del rendimiento?
Pienso que dar coherencia a nuestro cerebro puede ser muy interesante. No sólo hacemos deporte para estar sanos o por una cuestión estética. ¿Por qué no recuperamos su función inherente? ¿Que pensáis de todo esto?
Si queréis saber más sobre el ayuno, Jason Fung es el referente a nivel mundial ahora mismo: