En 1960, el etíope Abebe Bikila se convirtió en el primer y único atleta olímpico en ganar un maratón corriendo descalzo. Sin embargo el mundo occidental no prestó excesiva atención hasta la publicación del bestseller Born to Run de Christohper McDougall sobre los Tarahumara, una tribu mejicana de súper atletas. Esto ha provocado un cambio en la percepción occidental: correr descalzo potencialmente maximiza el rendimiento y minimiza la posibilidad de lesiones. Las revistas de running apoyan esta nueva tendencia con artículos que describen este cambio, sus beneficios asociados y detallando experiencias subjetivas sobre cómo hacer la transición de calzado a descalzo. El progresivo aumento del interés en el barefoot y el calzado minimalista ha espoleado la investigación científica para determinar la eficacia de esta técnica de carrera.
El primer estudio sobre el barefoot running fue realizado por el biólogo evolucionario, Daniel Lieberman, junto con otros colegas del Laboratorio de Biología Esquelética de la Universidad de Harvard. El estudio – publicado en la revista Nature en 2010 – examinaba dinámicas de carrera de atletas keniatas descalzos, así como corredores americanos tanto calzados como descalzos. Estos atletas que habitualmente corren descalzos presentan una pisada más anterior que los que corren calzados. Una pisada con la parte delantera del pie se asocia con un decremento en el pico de las fuerzas de colisión (es decir el peso con el que el cuerpo impacta contra el suelo). Otros beneficios potenciales de correr descalzos incluyen la activación del gemelo previamente al impacto del pie y la mejora de la eficiencia energética (medida como el consumo de oxígeno).+ Sigue leyendo