La resistencia a la insulina se la ha denominado comúnmente como el “asesino silencioso”.
Si no se detecta a tiempo, provoca diabetes tipo 2, tensión arterial alta, obesidad, síndrome metabólico en general o directamente un ataque al corazón.
¿Cómo puedo saber si tengo resistencia la insulina?
Exceso de grasa abdominal
Cuando tenemos la insulina crónicamente alta, el cuerpo almacena grasa alrededor de nuestra cintura. Este tipo de grasa, es la grasa visceral y es la más peligrosa porqué rodea nuestros órganos.
Hambre constante
Si tenemos continuamente hambre es síntoma de problemas a nivel insulínico. Los niveles de dicha hormona están desequilibrados.
El cuerpo no puede utilizar la glucosa de forma eficaz y eso provoca fluctuaciones en los niveles de azúcar en sangre.
Y cuando los niveles de azúcar en sangre suben y bajan rápidamente, es cuando tenemos esa sensación de hambre.
Nivel de energía bajo
La resistencia a la insulina provoca cansancio crónico.
Si después de una comida tenemos esa sensación de mucho cansancio, tenemos un problema.
Inflamación elevada
La resistencia a la insulina equivale a una inflamación elevada a distintos niveles.
La inflamación crónica bloquea las vías de señalización de la insulina, dando lugar a una mayor resistencia a la insulina. Y esto lo que hace es aumentar aún más la inflamación. El pescado que se muerde la cola…
Tensión arterial alta
La resistencia a la insulina se asocia con la hipertensión por estos motivos:
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Incapacidad para dilatar los vasos sanguíneos
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La inflamación provoca la constricción de estos vasos sanguíneos
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La incapacidad del riñón para regular sus funciones hace que haya un exceso de retención de sodio.
Triglicéridos altos
El exceso de glucosa conduce a un incremento de triglicéridos.
Una mala gestión del azúcar en sangre conduce a un aumento de los niveles que está fuertemente asociado a las enfermedades cardiovasculares.
Niebla mental
Cuando uno no está fresco mentalmente, nos cuesta concentrarnos… es una señal de no metabolizar bien los alimentos. Alimentos bajos en nutrientes o altos en azúcares provocan este efecto.
Una vez más, todo (o casi todo), nos conduce a la insulina y a su buena gestión.
Escucha a tu cuerpo.