Para los que estáis habituados a correr, a menudo nos vemos obligados a parar de hacer deporte. Las razones pueden ser varias:
- Lesión
- Exceso de trabajo
- Problemas familiares
- Depresión, ansiedad, stress…
Y llega un punto en el que, solventados los problemas (o no), queremos volver a la carga. No estoy hablando de un parón de 2 semanas o un mes. Estoy hablando de parones de varios meses. A veces entramos en una dinámica negativa y vamos postergando nuestra vuelta de nuevo al “trabajo” y van pasando las semanas hasta que no nos damos cuenta y resulta que llevamos medio año sin hacer nada.
Con mi experiencia he visto que un deportista que practique deportes colectivos o individuales como el tenis, badminton… le es más fácil volver a practicarlos. Esa necesidad de competir, de interaccionar con otros deportistas, de socializarse, de ir a tomar algo después del partidito, supongo que hace más fácil esa vuelta al deporte.
Pero los deportistas que sólo están habituados a correr y que además son deportistas que no están habituados a competir en carreras, que entrenan según las ganas, que lo hacen en solitario, esta vuelta a los entrenamientos suele ser más complicada. Y llena de excusas:
- No entreno porque hace frío.
- No encuentro el pulsómetro.
- No tengo mucho tiempo.
- Ufff… si me pongo hoy, mañana tendré muchas agujetas y no desaparecerán en muchos días.
- Mejor empiezo otro día, con más calma.