Siempre que entrenamos obligamos a nuestro cuerpo a sufrir un estrés. El estrés de por sí no es malo. Necesitamos desequilibrar un poco nuestro cuerpo para que vaya mejorando.
Por ejemplo; si voy al gim y siempre hago bíceps con 5kgs llegará un punto en el que me veré estancado. Y un cuerpo estancado va hacia atrás.
¿Solución? Al cabo de unas sesiones en lugar de hacer bíceps con 5kgs haré bíceps con una mancuerna de 6kgs. Mi cuerpo habrá sufrido un pequeño estrés, un pequeño desequilibrio y eso hará que vaya mejorando mi condición física.
¿El problema? Que en lugar de coger una mancuerna de 5 kgs pase directamente a una de 10 kgs. Es ahí donde el estrés será demasiado grande y terminaré lesionándome.
Así pues, el entrenamiento ya de por sí, puede ser lesivo aunque vayamos en cuidado. Y pese a eso, tenemos que ser conscientes de que según que práctica deportiva el riesgo de lesión es mayor aún si cabe. Aunque queramos hacer las cosas bien.
Si juego a voley el riesgo de tener lesiones de rodilla es enorme y si soy nadador el riesgo de fastidiarme el hombro es aún mayor.
El crossfit y las lesiones
Y si hablamos del Crossfit, ya podríamos decir que hemos comprado totas las papeletas para lesionarnos en algún momento.
Y es que el Crossfit no es una práctica donde nos sentamos tranquilamente en una máquina para hacer press de pectoral dónde dicha máquina nos guía en todo momento a la hora de hacer el movimiento.
El Crossfit, por una parte, se basa sin material con ejercicios funcionales: todo tipo de sentadillas, flexiones, burpees, todo tipo de saltos… y esa variedad, nos puede perjudicar.
Pero es que a la hora de trabajar con material la cosa es aún más compleja: cajones, sacos, bancos, anillas, ruedas de camión, barras de todo tipo… Hay que tener mucha experiencia y empezar de forma muy progresiva.
Si a eso le sumamos la metodología de estos entrenos: alta intensidad, corta duración, hacemos de este combo como algo explosivo para finalmente tener alguna lesión.