Después de este primer artículo, me he decidido a escribir una segunda parte tratando el tema de la pubalgia; esta vez desde un punto de vista minucioso y en lo concerniente a la aplicación práctica de actividades que disminuyan o eviten posibles molestias.
Como ya habíamos comentado en un primer momento, las pubalgias suelen estar originadas por un único factor, que tras ser ignorado durante un periodo indeterminado, genera compensaciones patológicas más complejas y acaban –tarde o temprano- por proporcionar dolor. Es en este punto de la lesión en la que comenzamos a ser conscientes de lo que se nos viene encima y a menudo ya es demasiado tarde para buscar soluciones de cartón-piedra.
¿La solución?
La solución en realidad no es tan compleja: determinar el origen primario de la pubalgia y actuar en consecuencia. La dificultad radica en que la única guía de diagnóstico es nuestra percepción del dolor; y en el caso de la pubalgia el dolor tiene una gama tan amplia de sensaciones que muchos pacientes se sienten desorientados al no saber interpretarlo. Mientras algunos relatan que sienten un escozor intenso en la inserción de aductores cuando realizan una actividad, otros hablan de molestias en la región testicular; y todos se preguntan cómo diantres puede ser posible que sensaciones tan distintas provengan de la misma lesión. Pues efectivamente, puede ser: el origen es la pubalgia; sólo que en algunos casos el factor secundario y generador de dolor será una hipertonía de defensa del aductor y en otros un atrapamiento del cordón espermático, por ejemplo.
Clasificación del dolor
Para nuestra facilidad y comprensión, clasificaremos el dolor en dos grandes grupos:
Para los casos en los que el dolor surge ante la solicitación activa, es evidente que el componente causante es muscular. Ante ello, el diagnóstico cursará con una exploración de psoas, piramidal y glúteo mayor, pero fundamentalmente aductores; mayor responsable de pubalgias de origen mecánico. La valoración de los tres primeros es por examen de su elasticidad; siendo una diferencia importante entre ambos un punto de información relevante. En el caso de los aductores, debemos valorar el dolor de pubis a la contracción en tres variantes. El modo más sencillo es tumbado boca arriba: con las piernas estiradas y un cojín grueso (o una almohada doblada, por ejemplo) entre ambos tobillos, probamos a apretarla. Es muy frecuente que personas sanas también sufran molestias: que no cunda el pánico. Continuaremos realizando la misma acción, pero esta vez con las rodillas dobladas a 90º y los pies apoyados colocando el cojín entre ambas rodillas. Esta valoración ya es más específica, pero no concluyente. Para finalizar, seguimos colocados boca arriba y apretamos una rodilla opuestamente a la mano contraria: la rodilla derecha doblada y dirigida en dirección al hombro izquierdo es impedida por una fuerza contraria ejercida por la mano izquierda; y de modo equivalente con la pierna izquierda. Si en los tres casos se refiere dolor, ahora ya sí que puedes ponerle nombre a tus molestias.
Existen otros hechos que pueden llevar a la pubalgia y son los casos en los que el tejido aponeurótico que cubre al pubis sufre algún tipo de déficit y pone en compromiso las estructuras que por esa zona transcurren. Las estructuras a las que nos referimos –entre otras- son el cordón espermático, el nervio genitofemoral e ilioinguinal. Por ejemplo, en ocasiones las mujeres que han pasado por un embarazo distienden este tejido y, además, es afectada la articulación púbica en el momento de la coronación del parto. Las personas afectadas en este tipo de casos hablan de dolor espontáneo y “profundo”, que puede aumentar ante acciones como el toser o hacer fuerza en la micción. Prolapsos y déficits de la motilidad intestinal son otros casos menos frecuentes de estructuras comprometidas en la pubalgia que también deben de ser atendidas. A nivel anatómico; lo que sucede es que el pequeño conducto por el que transcurren los nervios y vasos púbicos se dilata, y permiten la penetración de componentes viscerales; dándose un “pellizco” sobre éstos cuando aumentamos la presión sobre el abdomen en una contracción abdominal súbita. A largo plazo, se genera lo que se conoce como Hernia Inguinal, y duele horrores… Por ello que cuando hablamos de pubalgia y muchos explican sufrir las mismas molestias con una hernia inguinal no estamos hablando de cosas tan distintas; sino de aspectos confluyentes en distintos marcos temporales.
Indistintamente del origen de las molestias, la solución pasa por el mismo punto: proteger el tejido afectado y reforzar la musculatura débil. Esto quiere decir que debemos restituir la funcionalidad muscular con la máxima intensidad posible que no afecte a los componentes aponeuróticos. Es un trabajo extremadamente complejo y aconsejaría la colaboración de un profesional a vuestro lado; pero de momento os plantearé una breve agenda de ejercicios para tomar la recuperación de vuestra mano en el primer período de la lesión.
- La prioridad es restituir el equilibrio de tensiones musculares. Tras descansar entre 4 y 6 días, comenzaremos durante una semana con 3 secuencias de estiramientos de 1 minuto cada uno para ambos psoas, piramidales, y aductores. Si le incluís un trabajo de cara posterior de la pierna ya sería excepcional. El límite del estiramiento es el dolor.
- La semana siguiente comenzaremos con trabajo abdominal hipopresivo. Sobre este formato de abdominales tenéis un fantástico artículo en Slooping. Buscarlo y leerlo; seguro que os ayuda. Añadiremos trabajo de movilización pélvica (www.youtube.com/watch?v=ArZRCtiUDrg) para desengranar las articulaciones “oxidadas” a nivel pélvico y lumbar. No abandonaremos los estiramientos, esa premisa perdurará durante todo el trabajo de recuperación, pero realizarlos al finalizar los ejercicios anteriores.
- El paso a la siguiente fase lo dará nuestra solvencia en los ejercicios anteriores. Cuando nos veamos preparados para aumentar la exigencia (no debe existir dolor y hemos realizado el paso anterior como mínimo una semana), debemos de tomar la fase activa de la lesión. Es aquí donde es útil el trabajo con Core Performance al tratarse de un sistema muy contenido y nada agresivo para la pubalgia. Progresivamente y siempre sin dolor, aumentaremos las repeticiones, la dificultan y los rangos de movimiento de los ejercicios en el Core Performance.
Si la recuperación se da de un modo adecuado; en unas 5 o 6 semanas las sensaciones deberían de disminuir de modo importante, y podríamos comenzar a realizar gestos más relacionados con nuestra actividad deportiva.
Artículo escrito por Manu Torres