El síndrome de burnout, hace ya bastante tiempo que se acuñó para referirse a una patología severa relacionada con el ámbito laboral y el estilo de vida que se lleva. También lo conocemos como “estar quemado”. Es un trastorno emocional y conlleva graves consecuencias físicas y psicológicas. Si no lo controlamos, podemos llegar a la depresión o a la ansiedad, amén de otros problemas más de cariz físico. Sus efectos no son nuevos, ni se trata de una enfermedad “nueva”, pero ahora simplemente le hemos puesto nombre, hemos definido mejor el problema para así buscar mejores soluciones.
Con el tiempo hemos visto que este síndrome no es propio sólo de los yuppies y de gente con trabajos de mucha responsabilidad. Amas de casa, operarios de la construcción, gente en el paro…toda persona, en un momento dado es susceptible de poder contraer este síndrome. Incluso los deportistas de alto nivel.
A muchos, los deportistas, nos pueden parecer unos privilegiados: gente joven, atractiva en muchos casos, que están en forma, que ganan muchos millones, con miles de fans, que tienen todo gratis allí donde van… Pero no es oro todo lo que reluce. El mundo del deporte esconde muchas cosas, y no todas buenas.
Un deportista de élite vive en una burbuja. Está en otra realidad que no es la que conocemos el resto de los humanos. A lo mejor, entra en esa burbuja a la temprana edad de 18-20 años y hasta que no se retire (33-35 años pongamos por caso), no volverá a la (cruda) realidad. En términos sociológicos a esto se le denomina: resocialización. O sea, volver a formar parte de la sociedad saliendo de esa burbuja artificial en la que han sido unos privilegiados. Muchos deportistas no asimilan este paso. Pasan de ganar cantidades ingentes de dinero, de ser conocidos allá donde van, a ganar campeonatos a otro escenario bien distinto: dejan de ser adulados por la prensa y muchos no tienen estudios y/o no han sabido invertir sus ganancias como deportistas. Han pasado de ir a entrenar cada día y de tener unos objetivos en la vida a no tener ninguna obligación ni a tener ninguna ilusión por aquello que les rodea. Y no estamos hablando sólo de los archiconocidos futbolistas. Jugadores de waterpolo, voleibol, rugby, hockey…han sufrido en sus carnes este brusco cambio en el que uno si no está preparado puede llegar a caer en el mundo de las drogas o acabar su vida en el suicidio. Son casos extremos, pero seguro que todos nos hemos enterado de casos gracias a la prensa. Pero realmente los casos de depresión son muchos más de los que creemos. Los que lo vivimos desde fuera sólo tendemos a ver lo bueno del deporte de élite sin pensar que tanto a nivel físico, como a nivel psicológico tarde o temprano nos puede pasar factura.