La competición es un gran día. Después de semanas, meses o años entrenando, llega el día de demostrarnos a nosotros mismos que todo el esfuerzo ha servido para algo, de poder superar nuestros límites. Tarde o temprano, todos aquellos que deciden asistir a una competición se deben enfrentar a sus emociones.
Ante una situación estresante, o que nuestro cerebro percibe como estresante, se activan una serie de mecanismos necesarios para hacer frente a dicha situación: aumenta la frecuencia cardíaca, aumenta la sudoración, se agudizan los sentidos, aumenta el aporte de sangre a nuestros músculos (reduciendo el aporte a otros sitios menos importantes para la lucha, como es el sistema digestivo), etc. Esto se conoce como “Reacción de lucha o huida”, y que a muchos nos da ese “punto de adrenalina” que nos hace rendir al 100% durante una competición.
Los problemas surgen cuando el cerebro interpreta que la situación nos va a superar, o cuando existe excesiva presión, a veces inconsciente, impuesta por uno mismo, por la familia, las marcas publicitarias, el entrenador… pudiendo llegar a convertir la competición en una odisea: incapacidad para dormir, vómitos antes, durante y después de la carrera, bloqueo mental y físico, pánico al agua, etc. Sin duda, si la ansiedad se apodera de nosotros puede bajar nuestro rendimiento y bloquearnos.
Existen varios aspectos a tener en cuenta, que nos pueden ser de utilidad, para mejorar nuestra capacidad adaptógena ante una competición:
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