El ácido araquidónico (AA) es uno de los principales ácidos grasos omega-6 presente en los alimentos de origen animal (carne, huevos). Además, el cuerpo lo puede sintetizar “transformando” el ácido linoleico presente en los cereales, los frutos secos o los aceites vegetales, aunque es un paso un poco “rudimentario”. Siempre se ha considerado el AA como una grasa inflamatoria.
El ácido araquidónico, al igual que las demás grasas, forma parte de las membranas de las células, junto al ácido oleico (omega-9 del aceite de oliva) o el omega-3 (del pescado y productos del mar), entre otros. Las células del cerebro (neuronas) son las que más ácido araquidónico contienen.
Cuando una célula sufre “una agresión”, ésta deshace su membrana y libera al torrente sanguíneo los diferentes ácidos grasos, incluidos el AA o el omega-3. Esto es justo lo que ocurre cuando sufrimos una lesión, por ejemplo cuando se rompen fibras musculares o de un ligamento, y conocemos como proceso inflamatorio. Éste proceso es perfectamente regulado por el propio organismo.
El AA una vez libre en el torrente sanguíneo, interacciona con unas enzimas, y “se fabrican” dos componentes llamados: Prostaglandinas y Leucotrienos (LT).